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El encuentro estuvo lleno de críticas sobre violaciones de derechos humanos, ciberataques y democracia. Corre peligro la cita entre Joe Biden y Xi Jinping
- Diplomacia China y EEUU se insultan y amenazan en su primera cumbre desde la llegada de Biden a la Casa Blanca
Estados Unidos y China tienen previsto concluir esta noche, hora de Alaska madrugada de mañana en Europa, su primera cumbre de alto nivel desde la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca. Una cumbre que pasará a los anales de la diplomacia más como una reunión de concursantes expulsados de la casa de Gran Hermano que como un encuentro entre las dos grandes superpotencias.
Los máximos responsables de la política exterior y de seguridad de las dos superpotencias se llamaron de todo y más, en un espectáculo sin precedentes. Fue la reedición del ataque de histeria del líder soviético Nikita Jruschov cuando se quitó un zapato y lo empezó a usar para aporrear la mesa en la Asamblea General de Naciones Unidas el 12 de octubre de 1960, solo que esta vez todo se llevó a cabo con una educación exquisita. Aquí las coces fueron verbales, con amenazas mutuas, recriminaciones, y, en ocasiones, casi hasta el ataque personal.
La cuestión es dónde deja ahora la formidable y casi hasta ridícula bronca del jueves a la política mundial. El encuentro era exploratorio. No tenía una agenda definida. Así que no cabía esperar grandes cosas de él. Pero tras los ataques del secretario de Estado de EEUU, Tony Blinken, a sus contrapartes chinas, la respuesta de éstas, y una sucesión de réplicas y contrarréplicas, cabe preguntarse si valió la pena el encuentro.
Para el analista conservador estadounidense Dereck Scissors, la respuesta es un «no» rotundo. «El Gobierno de Biden no ha establecido políticas claras todavía, así que acabaron peleando por nada, por pura pose. Si necesitas meses para revisar la línea política y formar un equipo que se ocupe de China, está bien, pero entonces no pretendas que vas a tener un encuentro fructífero con los chinos», explicó a la agencia de noticias Bloomberg Scissors, que trabaja en el American Enterprise Institute, un think tank de tendencia republicana, aunque, en general, duro en política internacional y opuesto a Donald Trump.
Para otros, el cruce de acusaciones y amenazas tenía lógica. Barry Pavel, que fue asesor de los presidentes George W. Bush y Barack Obama (el primero, republicano; el segundo, demócrata) y ahora es analista del think tank Atlantic Council, que en principio se alinea con la política exterior de Biden, «China solo respeta la fuerza». Por tanto, «una vez que Pekín se dé cuenta de que, al contrario de lo que declararon los altos cargos de ese país el jueves, Estados Unidos está en una posición de fortaleza la relación bilateral cambiará y las cuestiones más difíciles podrán ser gestionadas por los dos países y habrá vías para buscar fórmulas de cooperación», según escribió Pavel en la web del Atlantic Council.
Estados Unidos había calentado la cumbre. Apenas unas horas antes de que ésta comenzara, Washington había impuesto sanciones a 24 altos cargos chinos y hongkoneses por el aplastamiento del régimen de libertades democráticas en esa ex colonia británica llevado a cabo por Pekín en junio pasado. El martes, una visita a Japón de Blinken y el secretario de Defensa, Lloyd Austin, a Japón concluyó con un comunicado conjunto en el que Tokio y Washington afirmaban que China «no respeta el orden internacional». A continuación, ambos miembros del gabinete de Biden visitaron Corea del Sur, otro de los grandes aliados de EEUU en Asia. Finalmente, el secretario de Defensa viajó a Nueva Delhi, para estrechar lazos con India, un país con el que Estados Unidos tiene una cooperación muy estrecha desde hace exactamente 30 años, que incluye cooperación militar y nuclear y al que Washington ve como un contrapeso a China en Asia.
Con anterioridad a esos viajes, el fin de semana pasado se había celebrado una cumbre virtual de jefes de Estado y de Gobierno del Quad, la alianza informal de defensa constituida por EEUU, India, Australia y Nueva Zelanda, cuyo objetivo fue redefinido en 2017 por, entre otros, el predecesor de Biden, Donald Trump, parta frenar la expansión de Pekín en el Mar del Sur de China, un territorio tan grande como cinco veces España que el Gobierno chino reclama como suyo.
La política de Biden hacia China es, así pues, prácticamente idéntica a la de Trump. Pero con una diferencia trascendental: Washington no quiere ir solo. De ahí vienen todas esas reuniones. Y de ahí viene, también, la decisión de Francia en enviar un submarino nuclear a patrullar el Mar del Sur de China, donde Gran Bretaña va a mandar también el portaviones Queen Elizabeth, acompañado de un submarino atómico y de una flotilla de buques de superficie, para ratificar el carácter internacional de esas aguas.
EN PELIGRO LA CITA BIDEN-XI
Todas esas tensiones han culminado en la cumbre de Alaska, en la que los líderes de la política exterior y de seguridad de ambos países se llamaron, literalmente, de todo. Tal fue el tono que China podría cancelar su ofrecimiento de que el presidente estadounidense, Joe Biden, y su homólogo chino, Xi Jinping, mantengan una cumbre virtual para celebrar el Día de la Tierra, el 22 de abril.
Abrió el fuego dialéctico el secretario de Estado de EEUU, Tony Blinken, con un durísimo ataque a los chinos, que estaban en la mesa de enfrente. El jefe de la diplomacia estadounidense declaró que estaba en Anchorage para expresar su «profunda preocupación» por las acciones de China, que, según dio a entender, amenazan con crear un mundo «en el que quien tiene el poder hace las leyes, y que podría ser mucho más violento e inestable».
Blinken acusó a Pekín de llevar a cabo ciberataques y de violar los derechos de la minoría musulmana de la provincia de Xinjiang, de la población de Tibet y de los habitantes de la ciudad de Hong Kong y de Taiwan, cuya independencia Pekín amenaza. El secretario de Estado estadounidense acusó a Pekín de usar «coaccionar económicamente a nuestros aliados», y pisó terreno intocable para China al dejar claro que, para el Gobierno de Joe Biden, al contrario que para el de Trump, cuestiones como la democracia o el respeto a los Derechos Humanos no son asuntos internos de los países.
Tras ese recibimiento de sus anfitriones, el miembro del Politburó del Partido Comunista Chino Wang Yi tomó la palabra diciendo que «ésta no es manera de recibir a un invitado». A continuación, Wang transformó los dos minutos su discurso en más de veinte, en los que acusó a Washington de ser «campeón de ciberataques», y hasta sacó los disturbios raciales del año osado y el movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) para declarar que «mucha gente en Estados Unidos no tiene confianza en la democracia de ese país». Los representantes chinos declararon que «es importante que EEUU deje de promover su democracia en el resto del mundo», para remachar que «Estados Unidos no representa al mundo». Wang acabó diciendo que los comentarios de Blinken «no han sido normales», así que los suyos «tampoco lo fueron».
La bronca no acabo ahí. Cuando la prensa se estaba marchando para que los representantes de ambas potencias empezaran a negociar o, visto lo visto, a insultarse más cómodamente Blinken hizo un gesto y se dirigió a los informadores con un «¡esperan un momento!» para decirles que EEUU «no es perfecto», pero sí una sociedad abierta y democrática. «Lo que hemos hecho a lo largo de nuestra Historia ha sido afrontar esos retos de manera abierta, pública, transparente, no negando que existen», afirmó el secretario de Estado.
Por si eso no fuera suficiente, Blinken concluyó recordando cómo, en una reunión de Biden y Xi cuando ambos eran vicepresidentes, el estadounidense le dijo a su interlocutor: «Nunca apuestes contra Estados Unidos». Entonces, el secretario de Estado se dirigió a su contraparte china y le dijo: «Eso sigue siendo verdad hoy». Wang reaccionó dirigiéndose a la prensa con otro «¡esperen!», tras lo que acusó al secretario de Estado de emplear un tono condescendiente. Antes, otro miembro de la delegación china, Yang Jiechi, se había dirigido a Blinken y a al consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, estaba también presente, preguntándoles «¿es así como quieren negociar?». El cruce de acusaciones siguió durante las negociaciones. Los estadounidenses acusaron a los chinos de «hacer teatro» y «poner el drama por delante de la sustancia».