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Los rumores de que la muerte de la regente zulú se habría debido a un envenenamiento avivan las tensiones en la dinastía más importante de Sudáfrica. Hay en juego dinero, propiedades y la proclamación del nuevo rey.
Tiene todos los ingredientes de un drama shakesperiano. Pero estamos ante una historia real. Permítame el spoiler: para el desenlace habrá que esperar algo de tiempo. Hablamos del culebrón que sacude a una de las familias reales más poderosas del continente negro: la zulú.
La minoría étnica más importante de Sudáfrica, integrada por unos 11 millones de personas, despidió ayer a la reina Shiyiwe Mantfombi Dlamini, fallecida repentinamente el 30 de abril, a los 65 años de edad. Desde hacía un mes, ejercía como regente de la nación tradicional zulú, ya que a mediados de marzo murió quien ha sido su rey durante casi medio siglo, el carismático y polémico Goodwill Zwelithini. La pérdida del octavo monarca de los zulúes sumió a la familia real en un luto oficial de tres meses. Y no estaba previsto que hasta la conclusión de este periodo se conociera quién sería el nuevo rey. Aunque los rocambolescos episodios lo han precipitado todo y a última hora del viernes, tras el solemne funeral, fue proclamado su primogénito, el príncipe Misuzulu Zulu, ya que así lo habría designado la regente en el testamento que se tuvo que abrir de inmediato, si bien algunos miembros de la familia real cuestionaron de inmediato el anuncio. La prensa sudafricana informa de que se vivieron momentos de enorme tensión y grandes gritos en Palacio y que este nuevo soberano tuvo que ser rápidamente trasladado a otro lugar custodiado por agentes de seguridad fuertemente armados.
Como decíamos, para evitar el vacío de poder ejercía como regente la tercera de sus esposas, la llamada gran esposa real, porque así lo había decretado en su testamento Goodwill Zwelithini. La muerte de la reina regente ha hecho que se conozcan todas las intrigas palaciegas que protagonizan distintas facciones enfrentadas de la dinastía. La prensa sudafricana ha visto un filón y se han llegado a publicar rumores de que Shiyiwe Mantfombi Dlamini habría sido envenenada. El príncipe que ejerce como primer ministro del reino lo ha desmentido, pero varios miembros de la realeza que se han sentido señalados han tenido que salir al paso para negar que sean unos asesinos.
Por si fuera poco, la primera mujer del rey Goodwill Zwelithini -quien llegó a tener seis esposas y unos 28 hijos– ha acudido a los tribunales para exigir que sólo le considere a ella como consorte apoyándose en que los posteriores matrimonios del soberano violaron la legislación civil nacional. Con ello pretende hacerse con la mitad de la gran fortuna que ha dejado como herencia el difunto soberano. Los expertos en la monarquía zulú creen poco probable que la reina Sibongile Dlamini se salga con la suya, pero por lo pronto está protagonizando un escándalo mayúsculo. Y aún más; no pierda el hilo, por favor. Dos hijas de esta despechada reina, las princesas Ntandoyenkosi Zulu y Ntombizosuthu Zulu-Duma, siguiendo los pasos de su avispada madre, quieren invalidar el último testamento de Goodwill Zwelithini alegando que se habría falsificado. Dicen que un experto calígrafo les ha asegurado que la firma en ese documento que todavía no se ha hecho público no coincide con la rúbrica real. Los zulúes asisten atónitos a tantas revelaciones. Hay mucho en juego: enormes propiedades -incluido el control del Ingonyama Trust que engloba el 32% de las tierras de cultivo de la provincia– y sobre todo, insistimos, la corona.
Poco se podía sospechar en el funeral de Goodwill Zwelithini, al que asistieron los máximos representantes políticos de Sudáfrica y, desde Europa, la princesa Charlene de Mónaco, la que se venía encima. Entonces se vio a tres de las mujeres del rey abatidas, en actitud doliente, con velos negros que les cubrían del todo en una estética muy a lo La Casa de Bernarda Alba.
Como ocurre en muchos otros países del continente, Sudáfrica, aun siendo una República, reconoce hasta siete reinos tradicionales y sus respectivos monarcas desempeñan funciones de carácter simbólico y ceremonial, a la vez que mantienen una enorme influencia incluso en el terreno político. La legislación les ampara y establece el presupuesto anual para el mantenimiento de todas esas familias reales. Las polémicas por su exagerado tren de vida acompañaron siempre a Goodwill Zwelithini quien, sin embargo, era una figura muy respetada. Hay que tener en cuenta la importancia numérica de la comunidad zulú a la que, por ejemplo, pertenecía el ex presidente sudafricano Jacob Zuma.
Las autoridades sanitarias han prometido que se hará público un informe sobre las causas de la muerte de la regente Shiyiwe Mantfombi Dlamini, quien el jueves fue trasladada desde Johannesburgo hasta su propio palacio en Nongoma, en la provincia de KwaZulu-Natal, donde fue plantada ayer, sí, como si fuera un árbol, siguiéndose la tradición ritual local.
HERMANA DEL REY SWAZI
Esta reina tenía un estatus muy especial que, claro, despertaba las envidias del resto de las consortes del polígamo monarca. Porque ella fue la única mujer de sangre azul con la que se casó Goodwill Zwelithini. Hija del rey Sobhuza II de Swazilandia, era por lo tanto hermana del actual soberano del último reino absolutista de África, el muy polémico Mswati III.
Por el hecho de pertenecer a un linaje real, además de la consideración de gran esposa real, estaba ampliamente aceptado que el futuro rey zulú sería Misuzulu Zulu, el primogénito de sus hijos varones, relegando en el orden sucesorio a los retoños de las demás reinas. Claro que pocos contaban con los pleitos judiciales en marcha que a saber cómo acaban ni con la guerra civil en el seno de la familia real zulú, en la que hoy todo son camarillas, conspiraciones y luchas de bandos. Entre todos pueden complicarle mucho las cosas al nuevo soberano.